En esta ocasión, me limitaré a analizar brevemente un tema muy particular, que si bien es el más sonado, quizás sea también el más intrincado: “La Cesantía”.
Cuando se habla de cesantía tanto el sector que dice “representar” a los patronos como los que dicen “representar” a los trabajadores, entienden que las cosas deben ser todas blancas o todas negras. Asi, para los trabajadores resulta fácil demandar que se les paguen sus retribuciones sólo con hacer su trabajo, sin correr absolutamente ningún tipo de riesgo y, peor aún, en ocasiones convirtiéndose en una carga para el empleador. Por otra parte, el empleador siempre querrá maximizar sus beneficios (como los propios trabajadores), sin quizás darle la importancia a la estabilidad financiera que merecen los trabajadores y la necesidad que tiene todo ser humano de vivir dignamente..
A contrapelo de lo anterior, existen trabajadores, los menos, que se convierten en un dolor de cabeza para el empleador, pues se escudan en el pago de sus prestaciones o le dan mérito a tener “antigüedad” en una institución, sin siquiera detenerse a pensar cuáles han sido sus aportes a la misma, mas allá del tiempo invertido o mejor dicho, transcurrido.
La Antigüedad es precisamente una palabra que ha venido cayendo en desuso en el sector laboral, siendo reemplazada cada vez más por el Desempeño. Este cambio no se ha dado meramente por una razón lógica, sino porque ofrece una retribución proporcional al que hace un mejor esfuerzo. Incentiva la competencia y por ende favorece la competitividad. Después de todo, debemos entender que el objetivo principal de un negocio no es solo ser rentable, sino mantenerse siempre en una tendencia de mejoría y eficiencia, motivando a los trabajadores a dar lo mejor de sí.
La cesantía no es para lo que la han querido disfrazar últimamente, cual si fuere una herramienta para asegurarle al trabajador que sus años servidos y la juventud que entregó el trabajador a su trabajo está asegurada ¡En lo absoluto! La cesantía no es un seguro, no es una pensión, no es un bono y definitivamente de ninguna manera debe ser un obstáculo. Tal y como lo indica su nombre, ésta se creó específicamente para cuando el trabajador está cesante; es decir, que no tiene empleo. Debemos verla como un colchón que le permite al trabajador subsistir, por un tiempo razonable, hasta tanto consiga un nuevo empleo. Por sus años de servicio todo trabajador recibe un salario, que es justamente la compensación retribuida por el empleador para compensarle por el trabajo realizado. Al menos eso fue lo que se acordó, de buena fe, cuando se le dio inicio a la relación laboral.
De cierta manera todos deberíamos ponernos en la posición del empleador que es, sin lugar a dudas, el emprendedor que corre el mayor riesgo al invertir en un negocio, sea grande o pequeño. Es quien genera la mano de obra. Es quien, de manera indirecta, aporta para reducir los niveles de desempleo y de algún modo le da la oportunidad a ciertas personas para que éstas puedan poner el pan en su mesa todos los días. ¿Qué sucede cuando este empleador se ve ante la difícil situación de reemplazar a uno de sus trabajadores, de aquellos que gozan de “antigüedad”, pero que lamentablemente no tiene el interés de seguir haciendo su trabajo de una manera aceptable o que simplemente prefiere quedarse en su zona de confort, aplicando la ley del mínimo esfuerzo? ¿Qué rol juega la cesantía en este caso para cada una de las partes?
Para el trabajador, como mencionáramos anteriormente, la cesantía se convierte en un escudo que, en ocasiones, puede llegar a fomentar la mediocridad. Todos hemos escuchado innumerables veces a alguien decir: “¡es más, que me boten!” Precisamente este tipo de trabajadores es el que, en lugar de hacer un esfuerzo por arrojar mejores resultados, termina siendo un obstáculo para que el empleador pueda reemplazarlo por una persona que verdaderamente necesite y aprecie ese empleo.
Para el empleador, significa que debe de disponer de una cantidad significativa de dinero, para poder remediar un problema que no tiene otra solución más que el desahucio. Muchas veces, estos casos llegan a ser tan importantes para un negocio, que podemos presenciar cómo algunos pequeños o medianos empresarios pudieran verse en una situación que comprometa la estabilidad del negocio, solo por una persona que no sabe, puede o quiere ser más productiva. Esto de igual manera impide que otra persona en el mercado, que pudiera hacer un mejor trabajo que el actual incúmbente, pueda ser contratada y por ende, mejorar sus ingresos. Es decir, se convierte por igual en un obstáculo para los trabajadores emergentes.
Si seguimos pretendiendo que la cesantía ha sido una conquista, estamos con ello alimentando la ignorancia de aquellos que quieren convertir todo escenario en una guerra y que, en lugar de buscar soluciones, en ocasiones solo buscan protagonismo. Si hay una conquista, significa que también hay una derrota y así no debe ser.
Como sociedad estamos obligados a crear las condiciones para que la relación laboral sea una empresa en donde ambas partes resulten gananciosas. En donde se vean los frutos del esfuerzo y exista el ánimo de seguir cosechando mejores logros. En donde la buena fe no solo sea un Principio Fundamental, sino el más fundamental de los principios.
Tampoco podemos dejarnos llevar por aquellos representantes del sector patronal cuyas únicas aspiraciones son las de mercadear a los trabajadores como si fueran esclavos, cuya dignidad, estabilidad y familia no tienen importancia. Aquellos que procuran acaparar todo el beneficio para sí mismos sin medir las consecuencias de su ambición, tanto para su empresa, como para la sociedad.
Esta revisión a nuestro Código de Trabajo debe de buscar un verdadero balance que resulte en reglas claras y eficientes, orientadas únicamente a regular la realidad de nuestro mercado laboral con la buena fe que debe caracterizar toda relación de trabajo.
Dicho balance se puede buscar perfectamente poniéndole un tope a la cesantía, pero un tope que sea justo y que refleje la realidad del mercado laboral. Un tope que le de a un trabajador con “arraigo laboral” (me parece injusto traducir Seniority, por Antigüedad, pues una conlleva esfuerzo y experiencia y la otra meramente tiempo), una verdadera oportunidad de conseguir un trabajo digno y que durante ese tiempo que esta cesante, pueda poner el pan en la mesa, vivir dignamente y conciliar el sueño diario.
Países hay suficientes que nos pueden aportar su obra y experiencia, sólo basta que tengamos la voluntad de encaminarnos a buscar un punto medio. Algo que sea justo y que responda a la necesidad para la cual se está creando. Algo que no sea una conquista, si no el producto de un verdadero entendimiento de personas que buscan el avance del sector privado en la Republica Dominicana, que lo conforman tanto empleadores como empleados,, que lo único que procuran es establecer reglas claras y coherentes, para beneficio de todos.
Mario Franco
Socio Junior
DMK Abogados│CENTRAL LAW