Las economías en América Latina y el Caribe, si bien han enfrentado múltiples desafíos a través de los años, en las últimas cuatro décadas, se han adaptado a los cambios para hacer frente a shocks como el aumento de las presiones inflacionarias, la incertidumbre global, el incremento en la deuda y los bajos precios de las materias primas.

A pesar de estas adaptaciones citadas por el Banco Mundial (BM), el Foro Económico Mundial (FMI) advierte la región necesita implementar más reformas estructurales y fortalecer la inversión en infraestructura, desarrollo de habilidades e innovación.

República Dominicana es un claro ejemplo de ambas caras de la moneda. A pesar de enfrentar desafíos, haber sido uno de los países más pobres de América Latina y el Caribe a mediados de 1960, o de la crisis de deuda en la década de 1980, ha mostrado uno de los crecimientos más rápido.

Hacia futuro, el panorama del destino caribeño no luce muy distinta. Tal y como señala FMI, con las políticas adecuadas, República Dominicana tiene el potencial de convertirse en una economía avanzada en los próximos 40 años.

Un poco de historia

Durante el último medio siglo, República Dominicana pasó de depender, principalmente, de la agricultura a la manufactura, debido a las zonas de libre comercio, y posteriormente a una economía impulsada por los servicios gracias a la explotación de los recursos naturales.

Hoy en día, el país mantiene una combinación equilibrada de industrias y sectores, incluidos los antes citados. Como resultado, desde 2010, el producto interno bruto (PIB) creció a un promedio anual del 5.8%, lo que convierte a la nación en la de más rápido crecimiento de América Latina y el Caribe, misma que, durante el mismo período, creció a una tasa anual del 2%. Esta evolución permitió que la media isla pasara del décimo lugar en la década de 1980, a la séptima posición en 2024, de acuerdo con previsiones del FMI, sobrepasando economías como Venezuela, Ecuador y Guatemala.

Durante la década de 1990, cuando la manufactura figuraba como el pilar principal de la economía, los cambios en los acuerdos comerciales globales hicieron que la especialización inicial de las zonas de libre comercio en textiles y prendas de vestir fuera menos competitiva. Desde entonces, las estrategias nacionales de desarrollo favorecieron cada vez más actividades en crecimiento como el turismo.

Un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) detalla que de 1991 a 2018, en paralelo con la caída de la industria manufacturera (que disminuyó del 22% al 10%) como porcentaje del PIB, los servicios gubernamentales aumentaron del 5% al ​​14% en 2018. Este interés se reflejó en el empleo. Entre 2000 y 2016, el empleo total aumentó un 39%, de 3 millones a 4.2 millones, y una gran proporción de esas vacantes fue absorbida por los servicios comerciales y gubernamentales.

Pero entonces el turismo ganó más protagonismo. En 1980 llegaron al país 383,280, una cifra que aumentó a 1,305,358 una década después. Del 2000, cuando el país había escalado al noveno puesto, a 2018, el número de turistas se duplicó con creces, pasando de 3.3 a 7.2 millones, un crecimiento promedio anual del 5.5%. En 2023, esa cifra superó los 10 millones.

En 2021, la contribución total directa e indirecta del turismo representó 365,665 puestos de trabajo. El país es ahora el principal destino turístico del Caribe, alcanzando un 12.03% de participación con las llegadas aéreas y terrestres de turistas en la región, incluyendo a México.

Según muestran datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT), esto representa una expansión de 1.9 puntos porcentuales desde 2010, cuando el indicador fue del 10.13 %. Con US$7,500 millones en ingresos por este sector en 2018, el país por sí solo fue responsable del 19.7% de los ingresos totales de la región, seguida por Brasil (15.9%), Colombia (13.2%) y Argentina (13.9%), según la OCDE.

Ingreso de divisas

Entre 2016 y 2019, el país atrajo aproximadamente US$10,000 millones de inversión extranjera directa (IED) total, lo que corresponde al 1.8% del flujo total en la región, similar a Costa Rica.

Durante ese período, la relación entre las entradas de IED y el PIB se estabilizó en torno al 3.7%, por encima del nivel regional del 2.8%, cita el informe de la OCDE. El stock de IED como porcentaje del PIB está en línea con el promedio regional del 47% y por debajo de otras economías que dependen en gran medida de la inversión extranjera, como Costa Rica (63%) y Panamá (80%).

La mayor parte de la IED se destina al turismo, que en el período señalado representó el 29% del total de gastos de capital y el 55% del total de empleos creados a través de la IED totalmente nueva.

Para 2020, la nación había escalado un puesto más en el top 10 de economías más desarrolladas en la región, hasta el octavo lugar y para 2023, la IED superó los US$4,300 millones, de acuerdo con el Centro de Exportación e Inversión de la República Dominicana (ProDominicana).

Otro factor destacado sobre el crecimiento es la llegada de remesas, que localmente representan poco más del 7% del PIB, mientras que la IED representa el 3.7%, cita un reporte de la OCDE.

Desde la década de 1990, los flujos de remesas crecieron en promedio un 5% anual y el año pasado alcanzaron los US$10,157.2 millones. Es así como la diáspora dominicana contribuye al desarrollo local a través del envío de divisas.


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